Hoy reconozco que en ocasiones nos cegamos y escudamos nuestras miserias tras los errores de los demás, y eso no nos deja entender que en muchos de los casos somos nosotros mismos los principales causantes de nuestras desgracias, dolencias y pesares. ¿Y si en lugar de culpar a los demás hiciéramos una mirada introspectiva y reconociéramos que somos la principal causa del problema, no sería más fácil salir del atolladero en donde nos encontramos?
Ése es el momento de utilizar la autocrítica, de detenerte y analizarte, de ver en qué punto dejaste de ser lo que eras, dónde dejaste la autenticidad, cuándo comenzaste a ser ése ser humano que hasta a ti mism@ te molesta, cuándo pasaste a ser un títere de tus emociones, cuándo tus inseguridades te nublaron la vista y se convirtieron en tu escudo de guerra, cuándo involucionaste en un/a diábetico/a emocional, por qué buscas respuestas a tu alrededor cuando tu subconciente sabe que están dentro de ti...
Es ahí en donde hay que hacer un mea culpa, reconocer, depurar, perdonar, oxigenar, cambiar de estrategia e iniciar de nuevo, con fuerzas renovadas y con la certeza de que eres un ser humano con virtudes y defectos y sobre todo que tienes derecho a ser feliz por elección sin dejar que tu exterior afecte esa paz que anida en ti.
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